Anna Karina, muchísimo más que una musa

Artistas
Publicado: 16 Diciembre 2019
Escrito por Natalia M. De Paoli

Hace apenas unos días fallecía en París Anna Karina a los 79 años de edad. Quién no reconocería esos ojos grandes y brillantes que se convertirían en el  icono fundamental de la Nouvelle Vague, un nuevo grupo de cineastas franceses surgido a finales de la década de 1950. Uno de los protagonistas de esta nueva ola de realizadores fue Jean-Luc Godard, una de las figuras más complejas e innovadoras del cine, contando con una peculiar manera de experimentar tanto en la forma como en el contenido, estableciendo una contribución decisiva para el nacimiento de la Nouvelle Vague.

Vivre ensemble de Anna Karina

La actriz, inevitablemente ligada a la figura del cineasta Jean-Luc Godard, con quien protagonizó ocho películas, ha dejado tras de sí un extenso y admirable recorrido. Por supuesto, como ha sucedido con la mayoría de las actrices de la época, el resto de su trabajo ha sido menos reconocido y ha pasado desapercibido para la gran mayoría de espectadores. Pero Anna, además de ser actriz, y de haber rodado con Éric Rohmer, Valerio Zurlini, Agnès Varda, Jacques Rivette, Jacques Baratier, Luchino Visconti, George Cukor, Rainer Werner Fassbinder, Benoît Jacquot o Raoul Ruiz, también fue cantante y, por supuesto, cineasta. La artista realizó una película que afortunadamente se puede ver en línea. Se trata de Vivre ensemble, el primer intento de Anna Karina por escribir y dirigir una largometraje. Se puede decir que es una apuesta lúcida e intrépida. Ella misma protagoniza el papel de Julie Andersen, una chica hippie y atrevida que se enamora de un profesor. Claro que en su momento le recomendaron que su película fuera dirigida por un hombre ya que por el contrario sería una misión imposible que su proyecto fuera reconocido por la crítica del momento. Para nada desacertado el consejo, pues hasta la fecha la opera prima de la artista no ha tenido la atención que se merece, despojando su película del éxito y desmarcándola de cualquier tipo de canon. 

En una entrevista televisiva Anna contaba la anécdota de cómo se conocieron ella y el gran director francés: cuando Godard la conoció le propuso salir sin ropa en su primera película  À bout de souffle . Pero Anna, que contaba con tan sólo 19 años a su espalda, y que acababa de comenzar su carrera como modelo en la capital francesa, rechazó irremediablemente semejante propuesta. Jean-Luc, sorprendido por la tajante respuesta, argumentó que se sorprendía de tal negación pues él tenía un recuerdo fijamente instalado y atornillado en su memoria: el recuerdo de un sofisticado anuncio de jabón donde la joven Karina tomaba un baño. Sin embargo, según la propia actriz, se trataba de un recuerdo imaginado, ya que ella sólo dejaba ver su hombro, una mano saliendo de la blanca y aterciopelada espuma, y su cabeza.

Esta anécdota ilustra bastante bien una época en donde las actrices eran etiquetadas como musas musas, y Anna Karina no era una excepción. Prueba de ello es que, a pesar de separarse del director en el año 1967 después de rodar su último largometraje juntos, Karina sería nominada para el resto de su vida como la musa de Godard. Pero su legado es rico, potente y atrevido, dejándonos no sólo películas con una interpretación elocuente y desafiante, sino también el registro de una sólida e interesante actividad como cantante y, como si fuera poco, se dedicó a la escritura de cuatro inteligentes novelas.

Anna Karina nos ha dejado, pero no. Con nosotros se queda su huella grabada con fuego ardiente. Ella, que es icono de una época, pero sobre todo, ella es mujer, una mujer admirable  que nunca olvidaremos.

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