Parásitos. Ellos o nosotros: La mirada de Bong Joon-Ho

Crítica
Publicado: 18 Junio 2020
Escrito por Arturo Garibay

PARÁSITOS (Parasite) Dir. Bong Joon-ho

Hay cineastas a los que se les nota el buen pulso. Que Parásitos (2019) haya magnetizado a la crítica y al público, que haya cosechado loas y aplausos, no debería tomarnos por sorpresa. Porque Bong Joon-ho es uno de esos realizadores de buen pulso. Baste pensar en piezas fílmicas como The Host (2006) y Rompenieves (2014), ambas con una musculatura impresionante. Su caligrafía audiovisual ha sido siempre precisa. Y con esa rúbrica segura es que el cineasta coreano nos firma su magnum opus a la fecha.

Si algo tienen en común las tres películas antes citadas es que todas son grandes demostraciones de pericia cinematográfica y que, además, trabajan con los reflejos del prisma de la desigualdad social. En la sumatoria del fondo y la forma, Parásitos se presenta como la pieza más caleidoscópica en la filmografía de Bong.

Parásitos cuenta la historia de los cuatro integrantes de la familia Kim, personajes vencidos, colgados del wi-fi del vecino y a la zaga de la sociedad surcoreana contemporánea. Incluso viven a desnivel, apiñados en un apartamento microscópico. El hijo de los Kim, haciéndose pasar por estudiante universitario, consigue trabajo como tutor de inglés de la hija adolescente de una familia adinerada, los Park, quienes viven en una casa espaciosa y de tendencia, que parece sacada del Architectural Digest. A partir de aquí comienza el cruce de caminos entre dos familias desdibujadas por los altos contrastes de un sistema que los acunó de manera distinta.

La casa de la familia Kim en parasitos

La semilla de la insidia ha sido sembrada, pero ellos no lo saben. La monstruosidad de las interacciones habituales irá emergiendo mientras ambas familias interactúan en lo cotidiano. Una invasión se erige. Un juego inicia en un tablero inflexible, en el que los dados están cargados.

He visto a otros escribir críticas que desmenuzan la trama de Parásitos a detalle. Y lo entiendo: su relato puede ser revisado fibra por fibra, analizado desde lo social, lo político, lo filosófico, lo psicoanalítico o lo cinematográfico. Pero creo que esa clase de textos no le hacen ningún favor a aquel espectador que no haya visto la película todavía. La parte más gozosa de Parásitos es la del descubrimiento, la de la sorpresa, la de los giros de tuerca que no solo infieren en la trama, sino también en el género. Es una película en mutación perpetua durante todo su metraje.

El arco evolutivo de Parásitos nos lleva de una ácida comedia doméstica a una fulminante tragedia de horror y resentimiento, pasando por un suspenso de gran pisada que sirve para conectar la peculiar metamorfosis. En esta película hay dolor, rencor, gracia, humor, intriga, mentira y estafa.

Y miedo. En el cine, de unos años para acá el elemento humano se ha probado como algo bastante escalofriante. El terror social detonado por la disparidad, por esa brecha que crece y crece entre “los de arriba y los de abajo”, tiene argumentos para provocarnos tal desasosiego.

Las diferencias sociales en parasitos

Parásitos se articula emocionalmente a través del trabajo del elenco, sí, pero también de la ejecución de la puesta en escena, el emplazamiento de la cámara y su mecánica interna. Bong Joon-ho ha facturado una cinta de mucho cine, apoyado por dos viejos conocidos de su filmografía: el cinefotógrafo Kyung-pyo Hong y el diseñador de producción Ha-jun Lee. El cuidado en la ejecución visual es tal, que incluso la casa de los Park fue construida ex profeso para la película, con un ventanal al patio que tiene una relación de aspecto de 2:35:1, según se cuenta.

El resultado es fulminante. Inevitablemente, el espectador termina con la mirada engrapada a la pantalla. Ocurre que en este relato hay que ser testigos de cómo se tienden los hilos, cómo se tejen los puntos, cómo se trenza la tela… y cómo se rasga todo hasta quedar reducido a jirones. Sobra decir que el final es de una potencia abrumadora, un gancho audiovisual al hígado y a las pupilas.

El deseo de lo ajeno bajo los términos propios, la auto-preservación, la desensibilización ante la otredad, la polarización y las rivalidades endémicas a la lucha de clases se hacen presentes en la película de Bong, con aristas distintas. De ahí lo que comentaba antes sobre los múltiples puntos de vista desde los que puede ser apreciada.

la familia Kim y la vida que desean

A todo esto hay que sumar un último atributo: Parásitos es de lo más entretenida. Si algo nos ha mostrado el realizador es que sabe cómo interesarnos por la jornada de sus personajes. Caemos en su juego y, sin importar lo gentiles o mezquinos que sean, nos descubrimos preocupados y deseosos por conocer cómo terminará todo para ellos.

La ganadora unánime del Festival de Cannes en 2019 es, ciertamente, una joya única. Es una visita al zoológico sabiendo que nosotros mismos somos parte de los animales en exhibición. Porque eso es algo que ha incidido en el éxito sin fronteras de esta producción de Corea del Sur: los hábitats y la fauna filmados por Bong Joon-ho en Parásitos carecen de exotismo. Son universales. Nos atañen a todos. La ficción de este largometraje es un reflejo de las realidades sociales del llamado “mundo civilizado” en todas sus latitudes. Porque la pirámide social tiene fondo y cúspide en cualquier lugar del mundo, porque en todos lados hay peones y faraones.

Éche un vistazo a nuestras últimas críticas: Sección de críticas

Las cookies nos permiten ofrecer nuestros servicios. Al utilizar nuestros servicios, aceptas el uso que hacemos de las cookies Más información